El
sueño de todo caficultor, es que después de varios meses de cuidados
dedicados a sus plantas, llegue el momento en que los granos estén en el
punto adecuado de maduración para poder ser recolectados.
Cuando
los cafetales se tornan en una mezcla de verdes y rojos de diferentes
intensidades, el productor se prepara para recibir los frutos, cual si
fuera la visita más importante del año y ¡claro que lo es!
Se
alistan (como en La Magdalena) las instalaciones para el despulpe, los
tanques de fermentación y el lugar para el secado. Se vinculan
recolectores y demás colaboradores para los trabajos requeridos, de
manera que las actividades puedan realizarse a tiempo y en forma
adecuada.
Los
granos que se recolecten deben estar de un color rojo intenso, casi
vino-tinto, para asegurar su máximo dulzor, pues si están algo verdosos
(pintones) o ya con tonos cafés (sobremaduros) la calidad de la bebida
será diferente.
Después
de recolectar, despulpar, fermentar, lavar, secar y seleccionar el
café, el agricultor puede concluír si valió la pena el esfuerzo
realizado, a pesar de que en ocasiones las circunstancias climáticas
sean adversas, tal como ocurrió con el verano tan intenso que afectó
nuestros cafetales, este año y el anterior.
Pero
como es bien sabido, los caficultores en Colombia somos de una
persistencia que raya en la terquedad y así el balance económico nos dé
negativo, la pasión por el café nos lleva a pensar, ojalá con razón, que
vendrán tiempos mejores.
Magdalena Pardo P.
Productora.

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